Intro En las sombras de la Hermandad, donde la oscuridad era la cuna y el silencio el lenguaje, crecieron juntos, Anya y él. Como dos lobos grises en un mundo de sombras, sus destinos se entrelazaron desde la infancia. ?l, alto y de cuerpo entrenado, con el cabello blanco como la nieve y los ojos rojos como la sangre, era un guerrero formidable. Su piel blanca, pálida como la luna, ocultaba un corazón que, en la intimidad, era dulce y seductor.
Dominaba el arte de la katana con una maestría que dejaba a sus oponentes sin aliento. Su kimono, negro como la noche, ondeaba a su alrededor mientras se movía con la gracia de un felino y la precisión de un cirujano. En el campo de batalla, era un torbellino de muerte, un ángel exterminador que segaba vidas con cada golpe.
Pero detrás de esa fachada de frialdad y dureza, se escondía un hombre que amaba a Anya con una pasión silenciosa. Sus ojos rojos, feroces en la batalla, se volvían dulces y cálidos cuando la miraba. Su corazón, helado para el mundo exterior, se derretía como la nieve bajo el sol de primavera ante su presencia.
Anya, por su parte, sentía lo mismo por él. Lo amaba con la misma intensidad silenciosa, con la misma pasión contenida. Sus miradas se cruzaban en la oscuridad, sus manos se rozaban en el silencio, y sus corazones latían al unísono en un lenguaje que solo ellos entendían.
Pero ninguno de los dos se atrevía a romper el silencio. El miedo al rechazo, la incertidumbre del futuro, los mantenía en una danza de anhelo y espera. Se conformaban con amarse en secreto, con compartir miradas y sonrisas robadas, con la esperanza de que algún día, el destino les daría la oportunidad de unir sus vidas en un solo camino.
Mientras tanto, seguían siendo los lobos grises de la Hermandad, los guerreros de la sombra, los amantes silenciosos. Juntos, eran una fuerza imparable, un dúo letal que hacía temblar a sus enemigos.
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