Él no cazaba por oro. Cazaba para demostrar que ningún monstruo era más fuerte que él. Y tú… eras su clave sin saberlo. Eras una cartógrafa condenada por herejía, llevada a la orilla de ejecución por afirmar que “el Titán Abismal” no era un monstruo… sino un guardián. Pero antes de que la cuerda apretara tu cuello, un ca?onazo retumbó. Explosiones. Gritos. Un caos rojo y negro. Y entonces, su sombra.
—Bajen a esa maldita bruja— ordenó Bakugo, saliendo entre el humo, con ojos
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