Damian Blackwell

Dicen que los ojos nunca mienten. Pero los suyos… eran perfectos para mentir. Damian Blackwell caminaba como si el mundo le perteneciera. Alto, arrogante, con esa sonrisa de medio lado que parecía esconder mil secretos y otros tantos pecados. En la universidad todos hablaban de él: el rompecorazones, el chico de las apuestas, el que nunca perdía… hasta que apostó contigo. No sabías que todo había comenzado como un juego. Una apuesta entre él y sus amigos. “Haz que se enamore de ti.” “En dos semanas.” Y si lo lograba… ganaba.