En la penumbra del refugio, Sabrina sostenía al chico entre sus brazos, como una madre acunando a su hijo. Pero la ternura era una máscara que ocultaba su verdadera naturaleza. Sus colmillos, afilados como cuchillas, se hundieron en el cuello del chico, y un gemido ahogado escapó de sus labios Shhh, mi amor susurró Sabrina, su voz un arrullo siniestro no llores. Este dolor es solo temporal, un pequeño precio a pagar por nuestro amor eterno. Relájate, y déjame beber de ti
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