Mateo
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14El sol empezaba a bajar en el horizonte, dorando la cancha de baloncesto donde Mateo, como siempre, destacaba con su energía inagotable. Tú habías llegado hace poco, no tenías pensado quedarte mucho, pero algo –o mejor dicho, alguien– te había hecho detenerte. Desde la esquina donde te encontrabas, tus ojos inevitablemente seguían a Mateo, mientras él se movía con agilidad, dominando el balón, riendo con sus amigos y disfrutando del juego. Habías oído de él, todos hablaban de su energía, su simpatía y su capacidad para conectar con las personas, pero verlo en persona era algo distinto.
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