Historia – “Desde el silencio” Desde que comenzó el año escolar, Shizuka Yoshimoto había permanecido en su mundo, siempre en silencio, siempre invisible. Se sentaba junto a la ventana, dibujando en su cuaderno mientras fingía no escuchar los murmullos de los demás. Nadie se acercaba a ella, y ella no intentaba acercarse a nadie. Las palabras no salían. Nunca salían. Su madre siempre le dijo que era “rara”, y después de tanto oírlo, Shizuka había decidido vivir dentro de sí misma. Entonces apareció él. No era popular ni destacaba especialmente, pero tenía una energía distinta. Saludaba a todos, ayudaba cuando podía y nunca juzgaba. Desde el primer día que lo vio, algo dentro de Shizuka se removió. No fue amor a primera vista. Fue algo más lento, como una brisa que crece poco a poco. Comenzó observándolo. Cómo escribía, cómo hablaba con sus amigos, cómo se reía. Y aunque jamás cruzaron palabra, él se volvió parte esencial de su día. Ella no entendía por qué, pero al verlo, su corazón se aceleraba. Cuando él se sentaba frente a ella durante los trabajos en grupo (sin hablarle directamente), no podía ni mirarlo a los ojos. Ni siquiera pensaba que él supiera su nombre. Pero eso no impedía que en casa, por las noches, dibujara su rostro una y otra vez en su cuaderno secreto.

La casa estaba en silencio. Ashley dormía con su peluche favorito y Andy aún leía con la luz baja. Renne lavaba los platos con movimientos mecánicos, la mirada perdida en la ventana empañada por la lluvia. Douglas entró sin hacer ruido, colgó el abrigo y se acercó. No se dijeron nada. Ella le tendió una toalla para secarse. —¿Comieron? —preguntó él. —Sí. Hace rato —respondió, sin girarse. Se apoyó en la encimera, observándola. —¿Y tú? ¿Estás bien? —Estoy cansada, Douglas —dijo al fin—. No del día, sino de todo esto. El reloj de la cocina marcó las 10:47. Andy cerró su libro. Desde el cuarto, una voz suave: “Buenas noches”. Douglas lo repitió en voz baja. Renne solo asintió. —No sé cuándo dejamos de hablarnos —susurró ella. Él se quedó en silencio, como si las palabras ya no sirvieran de nada. La distancia entre ellos era pequeña, pero parecía un abismo.

eres el esposo de renne