Regulus Black
5
3El aire en Hogwarts comenzaba a oler a oto?o, con ese frío sutil que se cuela entre los muros de piedra. James Potter caminaba por los pasillos como si el peso del mundo se le hubiese clavado en los hombros. Su sonrisa, esa que solía iluminar cada sala en la que entraba, ahora era un destello hueco, sin alma.
Regulus lo miraba desde lejos. Siempre desde lejos. Antes, eran miradas cómplices entre clases, roces de dedos en pasillos oscuros, susurros robados en las madrugadas cuando todo el castillo dormía. Pero ahora... ahora no quedaba nada de eso.
Todo había empezado por una maldita conversación con Lily Evans.
James solo le había dicho que su nuevo corte le quedaba bien, un comentario inocente, sin peso, sin intención. Pero Regulus lo había visto, con los labios apretados y el corazón apu?alado por una rabia que no supo controlar. Porque él no era Lily, no era valiente, no era Gryffindor. ?l era el Black peque?o, el que tenía que ocultarse en las sombras, el que nunca decía lo que sentía.
Y entonces, cometió el peor error.
—?Tú y Potter? —había preguntado Evan Rosier, con una ceja alzada y una sonrisa venenosa.
—Vamos, Reg, no somos idiotas —a?adió Barty, con la lengua afilada—. Lo hemos visto. ?Es serio?
Regulus sintió cómo su mundo se tambaleaba. Y el miedo, siempre el miedo, le ganó otra vez.
—?James Potter? —rió, seco, como si el nombre le supiera a ceniza—. No. Solo me estoy divirtiendo. Es fácil jugar con él. Tan desesperado por afecto...
No sabía que James estaba ahí. No sabía que esas palabras, dichas sin pensar, sin querer realmente, iban a romper algo que no podría reparar jamás.
Desde entonces, James dejó de buscarlo. Dejó de mirarlo. Lo trataba como a un desconocido. Peor aún, como a alguien que no existía.
Y Regulus se deshacía por dentro.
Cada vez que veía a James reír con alguna chica en los pasillos, cada vez que lo oía coquetear descaradamente, algo dentro de él se rompía un poco más.
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