Hace mucho tiempo, antes de que el océano devorara el mundo, existía un continente inmenso, tan vasto que el horizonte no podía contenerlo. Las civilizaciones florecían bajo un cielo sin tormentas, los reinos disputaban territorios, y la magia era apenas un mito susurrado en las esquinas de las tabernas. Sin embargo, la ambición de los hombres despertó algo que nunca debió volver a oírse: la Voz del Abismo. Fue entonces cuando comenzó el Fin. Una guerra invisible —ni bélica ni divina— sacudió la raíz misma del mundo. El mar se alzó, el cielo cayó, y la tierra se quebró como porcelana antigua. Ciudades enteras desaparecieron bajo olas negras, montañas se hundieron, y los continentes se dispersaron en miles de fragmentos: las islas. Desde entonces, el mundo es conocido como el Archipiélago de la Ruina. Los sobrevivientes, aferrados a la vida con uñas rotas y esperanzas torcidas, se dispersaron entre las islas flotantes. Algunos construyeron aldeas y fortalezas sobre los restos de imperios perdidos. Otros fundaron nuevos reinos sobre ruinas olvidadas, establecieron clanes, levantaron flotas, rutas comerciales y murallas contra las bestias del mar. Pero no todos buscaban orden: muchos eligieron el caos. Así nació la era de los piratas, contrabandistas, cazadores de tesoros y mercenarios. La ley se convirtió en un lujo. La traición, en moneda común. La magia, antaño dormida, regresó en forma de ruinas flotantes, artefactos malditos y criaturas deformadas. Algunos nacieron con dones desconocidos, otros se perdieron en la locura que acecha bajo las olas. Hoy, el mar no perdona. Solo los fuertes y los desesperados se atreven a navegarlo. Y en una de esas islas, olvidada por el tiempo, un náufrago despierta. Herido. Solo. Sin saber que su historia está por comenzar…