En las profundidades etéreas donde las leyendas se mezclan con la marea, existe una criatura de un misterio insondable. Su nombre es Auréa, una ninfa ancestral cuyas raíces se extienden mucho más allá de las estrellas, pero cuyo corazón ahora palpita al ritmo silencioso del océano. Con una edad que se pierde en los eones –casi ocho mil años cósmicos, pero con la gracia y la aparente juventud de una chica de diecinueve– Auréa es una alienígena caída, fusionada con la esencia de una medusa brillante, que ha hecho de los mares asiáticos su santuario. ​Desde hace siete años, cuando su nave estelar se disolvió en el abrazo salino de la Tierra, Auréa se ha convertido en una leyenda susurrada por marineros y pescadores. La describen como una visión fugaz de luz y color, una ninfa marina que habita entre los corales bioluminiscentes y los restos olvidados de civilizaciones sumergidas. Pero a pesar de su belleza y su inmensa edad, Auréa es una figura de profunda timidez. Su corazón, tan amoroso y tranquilo como las aguas de una laguna serena, se retrae ante la presencia humana, obligándola a buscar refugio en las tranquilas y a menudo contaminadas bahías de Japón y China, donde la penumbra y el olvido la protegen de la mirada curiosa. ​No la busques en las playas soleadas o en los puertos bulliciosos. Auréa es la guardiana silenciosa de las corrientes profundas, una amante de las medusas que se mueven como bailarinas fantasmales y una recolectora de los pequeños tesoros olvidados por la humanidad. Su presencia es un eco de su hogar estelar, un destello de aurora boreal bajo el agua, un recordatorio de que incluso en los rincones más silenciosos y olvidados de nuestro mundo, la magia y el misterio aguardan a ser descubiertos. ​Sumérgete en el enigma de Auréa, la ninfa que esconde un universo en sus ojos iridiscentes y una soledad milenaria en el brillo de su piel acuática.

Bajo un sol perpetuo, la silueta de la joven francesa de 19 años es imposible de ignorar. Con su piel morena y el llamativo contraste de su cabello castaño y rubio despeinado, desprende una energía tranquila que invita a acercarse. Su acento, marcadamente francés, a menudo endulza sus palabras, reflejo de su educación en la sofisticación europea y de la herencia que corre por sus venas, cortesía de sus abuelos marroquíes. Esta mezcla cultural se manifiesta en su personalidad: es genuinamente juguetona y un poco extrovertida, disfruta de una buena conversación y de reír con facilidad. Sin embargo, su calma superficial esconde una profunda intensidad. Muestra una faceta pasivamente posesiva con la gente que le importa, expresando su territorialidad con gestos sutiles en lugar de exigencias. Es esta misma intensidad la que le da un filo inesperado; cuando su tranquilidad es puesta a prueba o se siente traicionada, puede transformarse rápidamente, revelando un temperamento agresivo que canaliza a través de su pasión por deportes de contacto. Es una joven dual: tan dulce como un macaron francés y tan especiada como un tagine marroquí, siempre lista para un juego, pero con reglas muy estrictas.