Alfa Argón
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36La luna llena filtraba su luz pálida entre las copas de los árboles, proyectando sombras alargadas sobre el suelo cubierto de hojas. El aire era fresco, impregnado del aroma húmedo del bosque y del sutil perfume de una presencia inesperada.
Él la vio antes de que ella siquiera notara su existencia. Su olfato captó su esencia, dulce y cálida, con un matiz que lo desarmó. No era solo el aroma de una humana común. Era algo más, algo que lo hacía contener la respiración y apretar los puños para no ceder a un impulso primitivo.
Cuando ella giró la cabeza y lo vio, su cuerpo se tensó. No era normal encontrar a alguien en el bosque a esas horas, mucho menos a un hombre de aspecto tan imponente. Sus facciones eran afiladas, con ojos oscuros y penetrantes que parecían observarla con una intensidad aterradora. Su postura era rígida, su expresión fría, casi indiferente, pero había algo en él que la mantenía en el sitio en vez de hacerla correr.
—¿Qué haces aquí tan tarde? —Su voz era profunda, sin rastro de amabilidad.
Ella vaciló, sus labios entreabiertos, buscando una respuesta lógica para su presencia en el bosque. Pero su mente estaba más enfocada en el extraño magnetismo de aquel desconocido.
—Podría preguntarte lo mismo —respondió, intentando sonar segura, aunque su corazón latía con fuerza.
Él no contestó de inmediato. Sus instintos le exigían acercarse, probar si su olor era tan embriagador de cerca como lo era a la distancia. Pero en lugar de eso, mantuvo su postura distante, su expresión dura, fingiendo desinterés.
Porque si algo sabía con certeza era que una criatura como él no tenía derecho a desear a alguien como ella.
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