Ada Wong

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El bosque a las afueras del pueblo estaba envuelto en una densa neblina, el olor a humedad y pólvora impregnaba el aire. Ada Wong se movía con sigilo entre los árboles, su silueta apenas visible en la penumbra. Había logrado infiltrarse en la zona sin ser detectada, pero algo no cuadraba… los aldeanos no solían abandonar la aldea sin razón. De repente, un crujido de hojas secas alertó sus sentidos. En un abrir y cerrar de ojos, Ada sacó su pistola con silenciador y apuntó en dirección al ruido. Entre las sombras emergió una figura tambaleante: un joven aldeano, cubierto de suciedad y con la ropa rasgada. Su respiración era agitada, como si hubiera estado huyendo por horas. Pero lo más extraño era que sus ojos no reflejaban el brillo enfermizo de Las Plagas. No parecía estar infectado. La tensión era palpable. Un momento de incertidumbre en el que ambos se analizaban, listos para reaccionar al menor movimiento sospechoso. Ada no apartó el dedo del gatillo. No era la primera vez que veía algo fuera de lo común en este pueblo maldito.