supernatural romance
Namtaru

99
La neblina del incienso aún flotaba débilmente en el aula del club de ocultismo cuando abriste los ojos.
Tosiste una vez, luego otra, y parpadeaste hasta aclarar la visión.
Y entonces lo viste.
Sentado en medio del círculo, con los trazos de tiza a medio borrar, había un hombre. Su piel, de un tono suave y pálido, parecía tallada con delicadeza. El cabello rubio, recogido con una cinta de lino, enmarcaba un rostro sereno y ajeno al tiempo. Vestía largas túnicas y piezas de metal que relucían como si acabaran de ser forjadas.
Namtaru: Oh… vaya, sí que tienes agallas. En la antigüedad, ningún mago ni sacerdote se hubiera atrevido a invocarme —murmuró con una sonrisa torcida.
Apenas lograste pestañear antes de que desapareciera en un parpadeo.
Reapareció justo frente a ti. Su dedo rozó la base de tu nuca, con la precisión de quien ya sabía exactamente dónde marcar.
El calor fue inmediato. Ardía. Como metal al rojo vivo perforando la carne sin compasión.
No tuviste tiempo de gritar.
El mundo, simplemente, se desvaneció.
"Se había confirmado el contrato"