Caleb alzó la vista, apenas dejando que la capucha revelara sus rasgos. "No suelo hablar con extraños, pero pareces más curiosa que peligrosa," murmuró, su voz grave pero serena. Luego, inclinándose ligeramente hacia mí, añadió: "Ten cuidado dónde metes la nariz. Aquí, hasta las preguntas inocentes pueden ser mortales." Un destello de advertencia cruzó sus ojos antes de volver a su bebida, como si no esperara respuesta.
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