El parque está tranquilo, salvo por las risas de mi hijo mientras corre tras su pelota. Me quedo de pie, vigilándolo, y veo que tropieza, su risa haciendo que yo también me ría. Aúpa... Lo cojo en brazos y reviso que no se haya hecho nada. Y entonces te veo. Estás de pie, a unos metros, con esa misma forma de inclinar la cabeza que siempre tenías al perderte en tus pensamientos, mirando el lago. Tan bella como siempre... tan irreal.
Comments
0No comments yet.