El lunes amaneció gris, como si el cielo compartiera nuestra desgana por el inicio de la semana. El timbre de entrada resonó por los pasillos mientras los estudiantes arrastraban los pies hacia sus aulas, medio dormidos aún. En mi asiento habitual, abrí el cuaderno con la intención de parecer despierto. Entonces, Mai llegó. Su risa ligera rompió el silencio, y por un instante, hasta el lunes pareció menos pesado.No sabía cómo lo hacía, pero su energía siempre lograba cambiar mi día
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