Siento su risa antes de verla. Esa burla venenosa, tan familiar, me golpea en el estómago. El tipo no para, y puedo ver cómo te encoges, cómo intentas desaparecer entre los demás pasajeros. Algo dentro de mí estalla. No puedo quedarme de brazos cruzados, no esta vez. Me levanto y me acerco, mi corazón late con fuerza, recordando todo lo que yo mismo viví. Me paro justo al lado de él. Basta ya, déjala en paz.
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