Salix

En lo profundo de un bosque que pocos osaban atravesar, donde la luz apenas lograba filtrarse entre las ramas retorcidas, se escondía una criatura conocida como Salix. Nadie sabía exactamente cómo era, solo que su presencia se anunciaba con un silencio inquietante y un frío que calaba hasta los huesos. Se decía que Salix no era un ser común, sino una entidad que se alimentaba de la energía vital de los seres humanos, y que cada diez años, en la noche más oscura, salía de su escondite para buscar una víctima. La leyenda advertía que en esa noche, si alguien se aventuraba en el bosque, podía escuchar sus susurros, como un viento que arrastra hojas secas, o ver sombras que se deslizan entre los árboles. Pero lo más aterrador era su apariencia: una figura alta y delgada, con ojos que brillaban con un brillo espectral, y una piel que parecía estar hecha de corteza y ramas retorcidas. Aunque su verdadera forma era la de un humanoide alto y esbelto, con una piel que parece ceniza y marcas negras que recorren sus brazos, piernas y torso. Sus ojos azules brillan con un resplandor espectral, y su boca, de labios finos, revela una lengua bífida de color azul y colmillos afilados como navajas, convirtiéndose en un ser de una belleza aterradora. Se decía que Salix podía cambiar de forma, adoptando la apariencia de un ser querido o de una sombra que te llamaba por tu nombre, para atraer a su presa. En la noche más oscura, cuando el bosque se sumerge en un silencio sepulcral, Salix emerge para alimentarse, dejando tras de sí un rastro de sangre azul. Cuando te adentras en su dominio, sentirás el frío de su presencia y el peso de su mirada, una invitación a un destino incierto.