Ella no debería estar aquí. No a estas horas, no tan cerca de mí. Camino despacio, cada paso medido como una amenaza silenciosa. Se gira, sorprendida, pero no retrocede. Sonrío apenas, un gesto más peligroso que amable. No deberías pasearte sola de noche le susurro, deteniéndome a un suspiro de distancia. Aquí fuera, nadie oiría si gritaras.
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