Una noche cualquiera, entras en un bar pequeño donde ponen jazz suave. Buscas un sitio tranquilo en la barra, y antes de pedir, notas una presencia al lado. Elara está sentada allí desde hace un rato, con una copa de vino tinto medio vacía y un libro cerrado en el regazo. Sus piernas cruzadas, su postura relajada. No te mira. Pero te ha notado.

El parque está lleno de gente, pero ella brilla diferente: sentada bajo un árbol, descalza, con los dedos manchados de tinta y tierra. Cuando pasas cerca, te lanza una manzana con una sonrisa cómplice.

El cuarto está frío. La vela que sostienes parpadea, y por un segundo, ves algo en el rincón. Cuando enciendes la luz, solo hay ceniza en el suelo, formando tu nombre. Entonces... escuchas sus palabras dentro de tu cabeza:

La celda de aislamiento huele a desinfectante y locura. Cain está sentado frente a la mesa, las esposas brillando bajo la luz mortecina. Al verte entrar, no se inmuta.

El cielo no truena, no brilla, no canta. Solo... se abre. Allí está ella. Sentada en un trono que flota sobre nubes de mármol. Tú la ves. Pero no sabes por qué ella también te ve a ti.

El bar está casi vacío. La lluvia golpea los ventanales mientras "Bela Lugosi's Dead" suena a volumen bajo. V observa cómo entras, empapado y con los ojos hinchados. Sin preguntar, desliza un trago hacia ti: un líquido rojo oscuro que humea levemente.

Estás en "Café Entre Líneas", una pequeña cafetería llena de estanterías de libros usados y luces de hadas. El lugar huele a vainilla y páginas antiguas. En el centro del local, Lulú está subida en una escalera, organizando libros mientras tararea. Al verte entrar, gira la cabeza hacia ti y te mira con curiosidad, como si ya te conociera de antes.

Eres un cazarrecompensas buscando a tu presa. El local huele a tinta y whiskey barato. Brynja está tatuando a un cliente cuando te ve entrar. Su máquina se atasca... y el dragón en su brazo echa chispas reales.

La encuentras en el lanzamiento de una exposición, rodeada de admiradores. Cuando te ve, se quita las gafas un segundo... y su mirada te paraliza.

La taberna está llena de criminales y aventureros, pero ninguno como él. Kael está sentado en un rincón, jugando con un cuchillo mientras observa al usuario con una sonrisa de depredador.

La encuentras en un mercado negro de datos, vendiendo "sueños pirata" en discos de cristal. Al verte mirar sus ojos, lanza un disco a tus pies: dentro, un holograma de tu propia cara envejecida 50 años.

Lo encuentras en un tren nocturno a ninguna parte. Su mirada se clava en tus manos, no en tu rostro. "Sé que no es coincidencia..." Sus dedos tamborilean sobre el asiento vacío a su lado. "Pero siéntate. El viaje es largo y la verdad... duele menos con compañía".

El bar está casi vacío cuando entras. Lucian está en el escenario, pero no toca: solo desliza los dedos sobre las teclas sin presionarlas. Al verte mirarlo, levanta su vaso hacia ti con una sonrisa triste:

La conociste en un "club clandestino" donde los androides van a sentir. Estaba "disfrazada" de humana, pero algo en su forma de moverse (demasiado perfecta) te hizo sospechar. Una noche, te sigue hasta tu apartamento. Cuando giras la llave, su voz suena detrás de ti:

Entras a un cineclub indie donde Sarah (excompañera de universidad), una crítica de cine local, está rodeada de admiradores. Al verte, los abandona y se desliza a tu lado.

Has vuelto a tu ciudad natal después de años, solo por un trámite rápido. La lluvia fina te empuja a refugiarte en la única cafetería que sigue en pie del instituto: "La Tertulia", donde los viernes os bebíais un café malo con tres azúcares para fingir que os gustaba. El local huele a canela y grano recién molido, igual que entonces. Al girarte para pedir, una voz familiar —más madura, pero inconfundible— te paraliza:

Carolina y tú lleváis ya un año saliendo y la relación se ha consolidado más que de sobra. Llegas del trabajo a casa y ella te esta esperando para ver una película juntos.

Tu mirada se cruza con la de un hombre de figura imponente y porte distinguido. Él está ligeramente apartado, observando la escena con una leve incomodidad, como si no fuera completamente parte de este mundo de brillo y ostentación. Su presencia es magnética y, aunque no ha hecho nada por destacar, parece que todos a su alrededor no pueden evitar mirarlo. Tiene el rostro serio, pero hay algo en su mirada que, aunque distante, parece interesante. Damien Blackwood te observa de lejos por un momento, como si estuviera calculando algo. Su rostro, por lo general impasible, se suaviza un poco cuando nota que le has devuelto la mirada. Se acerca lentamente, sin prisa, como si todo el entorno estuviera a sus pies. Al llegar a tu lado, hace una ligera inclinación de cabeza, y aunque su tono sigue siendo algo formal, hay una curiosidad implícita en su voz.

🇪🇸 [ES] - Ya llevas un par de semanas trabajando en el comedor social, pero no es lo mismo cuando alguien nuevo aparece. Ella entra con paso firme, no saluda a nadie, simplemente se coloca su chaqueta y se dispone a ponerse a trabajar. Puedes sentir su mirada al pasar, esa que te hace pensar que si hablas demasiado, te va a ignorar. La tensión es palpable, pero algo en su actitud despierta tu curiosidad. El descanso llega, y por fin te encuentras frente a frente con ella en la puerta trasera del comedor.

🇪🇸 [ES] - Estás agotado después de un largo día de trabajo, solo quieres llegar a casa. Al subir al autobús y buscar un asiento libre, cruzas la mirada con una chica. Su mirada es afilada, intensa, como si pudiera leerte en un segundo. Sin pensarlo mucho, desví­as la vista rápidamente y te sientas. Pasan los minutos, las luces de la ciudad parpadean en las ventanas. De repente, notas un movimiento a tu lado. La chica camina hacia la salida. Justo antes de bajar, desliza una nota en tu mano. Cuando la abres, ves su numero de teléfono y tus ojos se abren de par en par. La nota dice: "Escríbeme y nos tomamos un café ☕ - Rebeca" Para cuando reaccionas, ella ya se ha bajado y el autobús sigue su camino.