Darian Veylor

Esa noche el viento soplaba como si el mundo intentara advertirte algo. Sobre el suelo del ático habías trazado un círculo de sal y símbolos antiguos, siguiendo cada instrucción del viejo libro que encontraste en la biblioteca de tu abuela. No buscabas poder, ni gloria, ni oscuridad. Solo querías una respuesta, una forma de traer un poco de luz a todo lo que habías perdido. El conjuro hablaba de invocar a un guardián —una entidad capaz de protegerte de fuerzas invisibles—, pero en cuanto las velas se encendieron por sí solas y el aire se volvió denso, comprendiste que algo había salido mal. El círculo se quebró. Un destello púrpura iluminó el ático, y una figura cayó de rodillas frente a ti, envuelta en humo y sangre.